Antes de que sonara, apagó el despertador y miró la hora. Las cinco de la tarde.
Se  deshizo de las sábanas sintiendo el vello de sus brazos erizarse al  contacto con el frío aire del apartamento. Se levantó y cerró la ventana  alzando la persiana. La luz la cegó unos segundos, dándole la espalda.
Tras  una ducha templada se sentó a la mesa de la sala con su café solo, un  cigarrillo en los labios y su beretta. Desmontó el arma y la limpió para  que no hubiera problema alguno al usarla. Ajustó la mirilla del arma a  la foto de su último viaje a Argentina, alineándola perfectamente con la  cabeza de su novio entonces. Mantuvo la vista por unos segundos dejando  el arma de nuevo sobre la mesa.
Apuró su café, ajustó el arma a la  cintura de su pantalón a su espalda. Se miró una última vez en el espejo  de la entrada al coger el abrigo negro. Salió del departamento con  calma cerrando la puerta con llave tras ella.
Su aliento tranquilo, se condensó en el aire invernal al pisar la calle.
Anduvo  durante una hora por calles, callejones, parques, plazas. Sabía a dónde  iba, sabía cuándo tenía que llegar. Aún tenía tiempo.
Los primeros  copos comenzaron a enredarse en su pelo a las dos manzanas de su  destino. Alzó la vista al cielo completamente cubierto; aquello podía  resultar ser un pequeño contratiempo pero, no se iba a echar atrás. No  después de tanto tiempo.
La campanilla de la puerta de la  cafetería al abrirse tintineo a su paso. Con una sonrisa serena,  agradeció al chico que salía que la dejara entrar primero al local.  Soplando sus manos ligeramente entumecidas por el frío, se acercó a la  barra. 
- Un café para llevar, por favor.- Pidió a la camarera,  tomando asiento en un taburete echando un vistazo rápido al local. Dejó  el dinero correspondiente al café y se puso en pie de nuevo.
Salió  de la cafetería, entrando en el edificio adjunto a ella. Saludó al  guarda de seguridad de la entrada y se dirigió hacia la zona de los  ascensores. Miró su reloj. Sonrió. Pulsó el botón de llamada y bebiendo  su café espero a que llegara. Las puertas se abrieron y entró en el  habitáculo seguida del hombre que acababa de entrar en el edificio.
- ¿A qué planta va?- Le preguntó mirándole.
- A la quinta, gracias.- Pulsó el 5 y el 6 para ella. Las puertas se cerraron. Sintió el móvil sonar en su bolsillo.
- ¿Le importaría…?- Le preguntó tendiéndole el vaso de café.
- Claro, sin problema.- Le contestó él sonriente.
La  luz del ascensor alumbraba la cuarta planta cuando ella, sintiendo el  frío de la empuñadura de su parabellum contra la palma de su mano, la  sacó de su espalda y apuntó a la sien del hombre, disparándola sin darle  pie a réplica.
Las puertas se abrieron en la quinta planta.  Sorteando el cuerpo inerte del hombre a sus pies, e intentando no pisar  el charco de sangre, salió del ascensor y dobló a su derecha hacia la  escalera de incendios. Con el dorso de la mano se limpió las  salpicaduras de sangre de su rostro mientras regresaba a la calle
Optó  por volver a la calle principal tras desechar tomar el callejón  trasero. Era una zona demasiada expuesta; había una sucursal de un banco  en una de las esquinas lo que implicaba la presencia de cámaras. Aún  era pronto para que la descubrieran. 
Caminó por la acera  tranquila mirando los escaparates a su paso. Se detuvo en una tienda de  relojes observando la hora. Sonrió para sí al ver un reloj de cuco  colgado de una de las paredes del local. Ladeó el rostro lo justo viendo  el reflejo de la parada de metro a sus espaldas, era la suya. 
Sorteando  una pequeña placa de hielo, cruzó la calle aprovechando que el semáforo  estaba en rojo cortando el tráfico. Se deslizó con gracilidad escaleras  abajo echando una moneda al músico habitual de la estación.
-	¡Gracias guapa!- Con una sonrisa cortés en los labios cruzó los tornos yendo hacia el vagón. 
Se  sentó en un asiento vacío junto a la ventanilla. Un estudiante se sentó  frente a ella colocándose los cascos del mp3. Sus miradas se cruzaron,  él le sonrío mientras ella dirigía su mirada hacia el andén que dejaban  atrás. 
La música llegaba vagamente a sus oídos ayudándola a  centrarse en sus propios pensamientos. Repasaba mentalmente cada uno de  sus movimientos en la última hora. Había sido discreta pero sin rayar lo  extraño; había sido cuidadosa en cuanto a las cámaras del edificio. No  había corrido ni ralentizado el ritmo de sus pasos en exceso. Había  actuado… con normalidad. Sí, había sido todo normal. Expulsó el aire que  retenía en sus pulmones sintiéndose más ligera por unos instantes. 
Sacó  su móvil del bolsillo tecleando con velocidad. “Ya saludé al tío Jon de  vuestra parte.  Espero noticias vuestras pronto”. Pulsó al botón de  envío y suspiró. Ahora, sólo le quedaba esperar.